Que descanses en paz, querido Maestro

Falleció «Lalo» Bertani, el «maestro». Quienes tuvimos la inmensa fortuna de conocerlo y frecuentarlo, hoy sentimos un vacío profundo. La magnitud de su ausencia nos da la pauta de cuán importante fue su presencia.
Nos conocimos en una radio, a fines de los noventa, en FM La Estación 105.3, cuando todavía el dial de Chacabuco no estaba tan poblado; habría una decena de emisoras, o menos. El «maestro» hacía lo suyo: presentaba la mejor selección de tangos, valses y milongas que jamás haya escuchado y yo hacía lo mío: la operación técnica.
Enseguida entablamos una relación muy buena que fue creciendo hasta convertirse en amistad. Luego, los caminos se abrieron: yo me fui de esa emisora y él siguió, pero ir de visita a su casa se transformó en hábito. Asados, pastas, chorizos secos, vinos, tangos, valses, milongas, Boca Juniors… esas cosas nos juntaban. Y algunas conversaciones sobre política, claro.
En 2007 volvimos a compartir un programa de radio, junto a Maricel Pelegrín, Martín Pastore y mi hijo Guido, que hacía sus primeras experiencias radiofónicas como telefonista. Primero fue en FM Cristal, luego en FM Ciudad, más tarde en FM Encuentro y finalmente, en 2010, aparecimos por FM Coral, hasta hoy.  Fue una etapa hermosa, profunda. Además de ser el operador, ahora yo también compartía la conducción y traté de aprender todo lo que me pudo enseñar. Él aprendió que la tecnología nos obligaba a pasar los archivos de cassettes a CD y que Internet es una fuente inagotable. Tenía la idea de comprar una computadora; quería experimentar él mismo.  -«¿Me vas a enseñar a manejar este artefacto diabólico?» me preguntaba. -«Te voy a enseñar a navegar» le respondía, e inevitablemente venía su remate: -«Yo no quiero ser marinero». Ese diálogo se repitió decenas de veces.
Recuerdo que se divertía inventando historias sobre «personajes» de la ciudad, o amigos, o vecinos; siempre tenía a mano una ficción pueblerina que le disparaba una carcajada, aunque el asunto no fuese para tanto. Durante un tiempo pronunció, antes de saludarme, la misma frase cada vez que venía a mi casa y yo salía a recibirlo: «El frío peso de la piqueta no dejó ni rastros del `Poco a Poco´». Se refería a la demolición de un local ubicado en Avenida Solís y Alberdi, donde otrora funciona un bar. Era un paso obligado para llegar hasta mi domicilio. «Ahí se juntaban célebres señores curdas», aseguraba.
El día que se jubiló de «canilla», a la noche, puso el despertador para madrugar como lo había hecho durante décadas. El reloj sonó, él lo tomó entre sus manos, abrió la ventana y -aún sonando- le encajó un voleo que lo hizo aterrizar en el medio del patio; cerró la ventana y siguió durmiendo.
Después vino la enfermedad y sus etapas, pero nunca dejó de pensar en el programa. Durante un tiempo se vio obligado a no hablar, sin embargo, siempre estuvo pendiente de la selección musical, de los textos y de cómo salía al aire. Mientras no pudo asistir a la radio, nunca dejó de preguntar por los oyentes: «¿llamaron?» «¿pidieron temas»? «¿acertaron con la consigna?» «¿apareció alguien nuevo?».
Gracias al «maestro» fui conociendo a otras personas, integrantes de la audiencia, miembros de una comunidad que, cada sábado por la mañana, lo esperaba fiel, a las once. Conocí a su familia, a quien hoy acompaño en el dolor. Mi familia también lo conoció a él y en varias oportunidades estuvo animando con sus ocurrencias algún acontecimiento familiar, ganándose el afecto de todos.
Siempre recordaré su sonrisa. Cada vez que habría la puerta de su casa sonreía y decía: «¿Cómo estás tú, por ejemplo?»(con tono de «gallego») o «Adelante, compañeri».  Ese es el «Lalo» que conocí y al que aprendí a querer en estos años. Teníamos proyectos: uno era hacer un programa semanal dedicado a la música romántica, al bolero. También nos quedó pendiente la presentación, en la Sociedad Francesa de Chacabuco, de una jornada relativa al tango en Francia. Nos quedaron asados pendientes y nos faltó volver a ver a «Boquita» campeón, como tantas veces lo habíamos hecho.
Gracias «Lalo» por todo lo que me diste y me enseñaste, te voy a extrañar mucho. Siempre estarás presente para mi y este tango que nos acompañó cada semana, como cortina del programa, seguirá sonando, a tu memoria. Tu amigo Gustavo.

8 comentarios en “Que descanses en paz, querido Maestro

  1. Gracias Gustavo! Qué hermosas tus palabras! Transmiten un gran cariño!
    Creo que todos los que conocimos a Lalo lo vamos a recordar como lo que fue, un loco lindo que contaba historias llenas de alegría, y siempre nos quedará la duda si alguna de ellas realmente era verdadera!
    Realmente lo vamos a extrañar mucho, pero sabemos nos seguirá acompañando desde donde esté, sin dudas un lugar mejor para él.
    María José (sobrina de Lalo)

  2. Un capo el tío LALO; no hay otra manera de recordarlo; la alegría personificada; siempre estarás en mi corazón!

  3. Evidentemente a todos nos pasa lo mismo…recordamos las ocurrentes y divertidas historias de Lalo que animaban cualquier reunión… nos quedó pendiente la recopilación de las mismas
    Querido padrino te mandamos un fuerte abrazo donde estés… “los gringos de Catanzaro!!” como vos nos decías…

Los comentarios están cerrados.