Hay más Ni-Ni que en 2003

Por Ernesto Kritz, Director de Poliarquía Consultores.  Un tema que ha adquirido importancia desde mediados de los años noventa, y que va en contra de los objetivos de inclusión social, es el de los jóvenes que no estudian ni trabajan, ni están buscando trabajo, ni realizan otras tareas socialmente útiles como quehaceres domésticos.
Los Ni-Ni constituyen un caso extremo de exclusión, y probablemente como consecuencia de ello, una base principal de la violencia urbana. Un rasgo común es que son desertores tempranos del sistema educativo. Más de la mitad cursó sólo la escuela primaria y buena parte del resto asistió uno o dos años a la secundaria y luego abandonó. Con escasas variantes repiten la historia de sus padres.
Con un nivel educacional tan pobre, que se suma a su falta de experiencia laboral, estos chicos tienen una bajísima probabilidad de logro en el mercado de trabajo formal. Esa probabilidad es reducida aún en relación a los desempleados de la misma edad. Su perfil de calificaciones es sensiblemente inferior al de estos últimos.
La opción que les queda es la changa en la economía informal. Esto implica, casi siempre, una condición de fuerte precariedad, ingresos bajos e irregulares. Los límites entre lo legal y  lo ilegal se hacen cada vez más borrosos. Cuando esta condición se prolonga -sobre todo cuando no hay otro horizonte – deriva en una actitud escéptica frente al trabajo y, a continuación, en una destrucción de la autoestima o en una  pérdida de contenidos morales en la relación del  individuo con la sociedad. Su precio de reserva para mantenerse dentro de la legalidad no es lo poco que pueden ganar con su baja productividad sino lo que pueden obtener en la actividad ilegal.
Lo llamativo y preocupante, es que, no obstante el crecimiento de la economía, la mejora en el mercado de trabajo (incluyendo la reducción del desempleo juvenil) y el significativo esfuerzo en el presupuesto educativo, la proporción de jóvenes de 15 – 24 años en esta situación no ha cesado de crecer. En 2003, en efecto, era de algo menos de 8% y ahora es de casi 10%. Esto es cerca de 650 mil jóvenes, 130 mil más que a la salida de la crisis.
Prácticamente la totalidad de este aumento se produjo a partir del segundo semestre de 2007. El cálculo se ha efectuado excluyendo de los inactivos que no estudian, las mujeres que se dedican a los quehaceres domésticos.
El problema es especialmente serio en los sectores de menores ingresos. En el cuartil inferior, la proporción de jóvenes de 15 – 24 años que no estudian ni trabajan, ni buscan trabajo es de 15%, lo que representa un incremento de casi 4 puntos respecto de 2003. También aquí el salto ocurrió en el segundo semestre de 2007.
Es difícil explicar el crecimiento de los jóvenes en situación de exclusión extrema, pero además de su bajo capital humano, tiene que ver con el aumento de las disparidades salariales, ya no sóloentre los empleos de buena calidad y los empleos informales a los que quedan casi  siempre restringidos, sino con las alternativas de ingresos fuera del mercado, incluyendo las no legales.
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Indicadores de opinión pública sobre la situación del empleo y los ingresos.
Los indicadores de opinión pública relevados por Poliarquía en la primera quincena de julio muestran, con una excepción, un cuadro similar respecto de los meses anteriores:

  • Un tercio de los entrevistados consideran que la situación del empleo es positiva y un cuarto opina que es negativa.
  • La gran mayoría – cerca de dos tercios – continúa observando que hay poca disponibilidad de ofertas de empleo.
  • Hay una caída importante de quienes opinan que el desempleo ha empeorado en el último año. El mes anterior la proporción era cercana a la mitad y ahora es del 35% De todos modos, los que creen que ha mejorado no alcanza al 20%. Esto significa que hay un crecimiento significativo de quienes piensan que se mantuvo igual (44%)
  • No obstante este cambio, cerca de la mitad (47%) continúa preocupada por la posibilidad de que él o algún miembro del hogar pueda perder el empleo.
  • Hay una ligera baja (2 puntos) en la proporción de los que esperan que sus ingresos crezcan menos que la inflación. Participa de esta opinión el 45%, mientras que los que creen que sus ingresos crecerán más son el 18%. Parecería que la inflación es ahora la preocupación más importante.
  • Aún así, algo más del 40% de los entrevistados considera que su situación  económica es buena; el 47% opina que es regular y sólo el 10% considera que es mala.

Este es un dato a tener en cuenta para los análisis electorales.