Indio Solari en Mendoza: el recital más grande en la historia de la música argentina

Con una convocatoria histórica (se habla de 150 mil personas), superando lo que fue el show en Junín del año 2011, hasta el momento el de mayor convocatoria, Los Fundamentialistas del Aire Acondicionado acompañaron al ex Redondito de Ricota. Crónica de una misa.
El sábado amaneció muy frío y el pronóstico para la noche era todavía peor. Las puertas del autódromo se abrieron a las 16.40. Hacía 8 grados, algunos esperaban en remera, otros tenían apenas un buzo o una campera, un par estaban tapados hasta la cabeza. Tal vez todos se estaban quejando del frío en silencio, pero lo único que se escuchaba era cantar: «teque, teque, toca, toca, esta hinchada está re loca, somos todos redonditos, redonditos de ricota». La ceremonia estaba llegando a su punto más sublime.
Desde qué se abrieron las puertas y durante, por lo menos 5 horas, una marea de chicos, chicas y familias entraron sin cesar al predio. Y cuando digo sin cesar me refiero a que el grosor de la fila no menguó durante las horas que duró el ingreso. Para las 17 el número de micros estacionados al lado del autódromo llegaba a 700.
Los primeros en entrar se iban agolpando delante del escenario y cada tanto se veían y escuchaban pequeñas muestras de lo que se venía: el pogo más grande del mundo. Todo era festejo, risa y música. Todo se resumía en un: «Vamo’ lo Redoooo».
La temperatura bajó una velocidad directamente proporcional a como aumentaba el fuego, entusiasmo, alegría, histeria de cada una de las personas presentes.
EL ESTALLIDO
21.48 estalló todo. La voz en off presentó a «Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado». Sonó «Luzbelito» de los Redondos. Delirio. El suelo comenzó a crujir con el primer pogo, el de bienvenida. El Indio salió al ruedo después de largos meses de silencio, y como auténtica bendición del cielo, para confirmar la misa, empezó a llover.
«No sé cómo agradecer esto», fueron sus primeras palabras. «Es impresionante. Gracias por la fidelidad, por bancarse este frío. Esto es muy emocionante», recitó el Indio apenas terminado el primer tema. La temperatura atmosférica (que no es la temperatura del ambiente, ya aclaramos por qué) es de 2 grados bajo cero. Duelen los pies del frío, por momentos se hace difícil caminar ¿Cómo hacen para tocar con este frío? La respuesta la encontraría en la cuenta oficial de Twitter de Gaspar Benegas: «El recital más difícil de mi vida. Lejos! muchas gracias por el abrazo que nos dieron.»
Seundo tema: «Templo de Momo» de la última obra grabada de los Redondos, Momo Sampler. «Viene un vientito de frente que me congela la lengua», dije el Indio. Para esa hora, la llovizna se hacía aguanieve.
Casi como banda sonora de la situación, sonó «Ceremonia durante la tormenta». Es el tercer tema, el primero que canta de su etapa solista. El que siguió, también es de su último disco solista, El perfume de la Tempestad: «El Torito es muerto». Antes se que arranque el tema que sigue, de una lista de 26 canciones, el Indio, de muy buen humor durante todo el recital, le dijo a la gente «vamos a saltar un poquito para combatir el frío» y la vorágine se desató al ritmo de «Todo preso es político».
indio mendoza2
22.10. El Indio mira a su costado. Reflexiona sobre lo difícil que es tocar la guitarra con los dedos congelados. El frío que hace realmente duele, hace temblar la respiración. En el público, los que están más atrás improvisaron algún que otro fogón. Pero sin dudas, el mejor lugar para estar, en todo sentido, es en el medio del pogo. Arriba en el escenario, los músicos pararon dos veces para secar el suelo.
Llega el tema 6, «La hija del fletero». «La primera vez que escuché este tema en vivo fue en el año 93, en la cancha de Huracán», dijo alguien al tapado hasta la nariz y con la campera mojada por el aguanieve, mientras mostraba una sonrisa.
El tema 7 es aquel que escribió en honor a su hijo cuando nació: «El tesoro de los inocentes». Pegado sonaron «Pedía siempre temas en la radio» y «El arte del buen comer».
«En cualquier momento me voy al piso, hay hielo en el escenario», dijo el Indio. Sabía que lo que estaba haciendo además de histórico era épico. Sonó «Vuelo a Sidney» y volaron las zapatillas. El suelo es tierra, en realidad ya a esta hora es barro y ellos, muchos, están descalzos siendo más protagonistas que nunca de esta noche ricotera. El recital entró en su etapa final, la fiesta estáaba, pero con cada uno de los temas que siguieron se encedió más.
EL ESTALLIDO FINAL
«Las increíbles andanzas del capitán Buscapina», «Gualicho», «Yo, Caníbal», «Pabellón séptimo», «To beef or not to beef» y «Ángel de la soledad» fueron la leña que incrementó el fuego de la pasión de los fanáticos. Todo como preludio al estallido final, soberbio, único. Todo explotó y el suelo empiezó a temblar, a latir nuevamente. El Indio dirigía el pogo: «Vamos y no se empujen ni pisoteen, que este temblor ya va a parar… No tengan miedo! Todos, pronto a los botes y no se asusten que la marea ayudará». Imposible no saltar.
Recta final con: «Mariposa pontiac», «El pibe de los astilleros», «Juguetes perdidos», «Flight 956» hasta el momento más esperado por todos: «Ji ji ji», la coronación de la misa. El himno ricotero por excelencia te hace poner la piel de gallina. Como una verdadera efervescencia de la pasión. En Mendoza, en el autódromo de San Martín, la tierra se movió.
Más de 120 mil personas. 2 canchas de River llenas. Una ciudad dentro de otra ciudad, sin violencia. Atrás queadron los fantasmas de los incidentes que le adjudicaron al rock. Anoche, Mendoza escribió una página importante en la historia de nuestra música. Habrá que esperar hasta la próxima misa para ver si sé puede superar semejante marca, porque de lo que no quedan dudas es que sólo el Indio puede lograr algo así. No hubo anuncio sobre algún show en los próximos meses, sólo el deseo de los fanáticos acrecentados por algunos datos todavía no oficializados. Fanáticos que ya planean por lo bajo cómo llegar al nuevo destino. Fanáticos que, mojados, con frío, cansados y descalzos en el barro vuelven, muchos al campamento, para darle el cierre final a su ceremonia más gloriosa. «El tiempo dirá, yo sé que vos vas a regresar».