Científicos argentinos avanzan en un estudio para combatir el Mal de Chagas

La problemática del Chagas trasciende los tradicionales enfoques estereotipados de una enfermedad de pobres. El nuevo perfil de distribución -ahora urbana y global, además de rural y latinoamericana- pone de manifiesto la necesidad de un abordaje integral e inclusivo.

Según cifras oficiales del Programa Nacional de Chagas, se calcula que en el país existen 1 millón 600 mil personas infectadas por Trypanosoma cruzi, el parásito causante de la enfermedad, una cifra que representa casi el 4 por ciento de la población total del país. Mientras que alrededor de 300 mil personas sufren afecciones cardíacas asociadas con la enfermedad, 3

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de cada 10 personas infectadas desarrollan la enfermedad en algún momento de su vida.

“Para sobrevivir, T. cruzi necesita nutrirse de moléculas específicas y entre ellas se encuentra el grupo hemo, que forma parte de algunas proteínas. De allí su denominación de hemoproteínas”, explica Julia Cricco, investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR, CONICET-UNR) y responsable de la reciente publicación en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases.

Tal vez la hemoproteína más conocida sea la hemoglobina y la función que cumple el grupo hemo es unir una molécula de oxígeno, lo cual permite su transporte a distintos órganos y tejidos a través del torrente sanguíneo.

Cricco detalla que el T. cruzi presenta un ciclo de vida complejo que involucra distintos estadios que pueden diferenciarse metabólica y morfológicamente. Estos estadios se desarrollan entre el insecto responsable de la transmisión de la enfermedad -denominado vector- que en la Argentina se lo llama vinchuca, y otros estadios en un mamífero, como el ser humano, que puede enfermarse de Chagas.

Como el T. cruzi no puede producir moléculas de hemo, debe incorporarlo o bien durante su paso por el insecto o durante su etapa en el mamífero.

“En nuestro trabajo demostramos por primera vez que el T. cruzi es capaz de incorporar el hemo sólo en sus estadios replicativos, cuando se está multiplicando ya sea en el insecto o en el mamífero”, detalla Cricco.

Los investigadores identificaron una proteína que denominaron TcHTE (T. cruzi Heme Transport Enhancer en inglés) cuya función es crítica para que el transporte del grupo hemo resulte adecuado, y se mostró más eficiente para el parásito. Sería de las primeras proteínas involucradas en el transporte de nutrientes de T. cruzi que pudo ser localizada inequívocamente en el parásito.

Además, “nuestros resultados mostraron que al aumentar la cantidad de proteína en el parásito mediante la técnica de sobreexpresión de proteínas recombinantes también aumentaba la cantidad de hemo que podía incorporar el parásito y este exceso de hemo causaba un efecto negativo sobre su crecimiento”, explica la investigadora.

En el trabajo proponen que TcHTE tiene como función regular la cantidad de hemo que incorpora el parásito y a mayor cantidad de proteína TcHTE -forzada en el estudio- aumenta la incorporación de hemo. Pero como el hemo también es una molécula tóxica el parásito toma sólo lo que necesita y puede manejar. Y, si se lo fuerza a tomar una mayor cantidad, resulta perjudicial para el T. cruzi.

“Como la interrupción de la importación, distribución y utilización del hemo resulta letal para este organismo, esto nos permite validar esta vía como posible blanco para investigar y tratar de lograr nuevas moléculas que luego podrían ser utilizadas como medicamentos que permitan el tratamiento de la enfermedad de Chagas”, asegura Cricco.

Todavía no existe ninguna vacuna contra el Chagas y los medicamentos que se utilizan no son completamente efectivos. Su desarrollo implica desafíos científicos, tecnológicos y económicos complejos y en este proceso es imprescindible profundizar el conocimiento sobre el parásito, su interacción con el hospedador e identificar sus puntos débiles para diseñar y desarrollar nuevas medicamentos.

“Estudiar a las proteínas que participan tanto en la incorporación como en la distribución dentro de la célula de esta molécula nos permitirá conocer más en profundidad las fragilidades de este microorganismo relevante para la salud humana”, concluye la investigadora.

Fuente: CONICET

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