Julieta Venegas habla de su nuevo disco y de su fanatismo por Charly, Spinetta y Soda Stereo

«Volvió el acordeón», dice Julieta Venegas sobre el sonido de Algo sucede, su séptimo disco, que sale en agosto para Latinoamérica, Estados Unidos y España. El instrumento con el que todo el mundo la identifica prácticamente había desaparecido en Los Momentos, su trabajo anterior, dejando espacio a un montón de sintetizadores. «El acordeón me remite a una cosa muy festiva y feliz», dice Venegas, de 44 años, de paso por Buenos Aires. «Y ese disco era más oscuro. Me estaba animando a tocar temas que en otro momento hubiera dicho: ‘Ay, ¡qué deprimente!'». Ahora Venegas regresó a su color habitual. «La elección de timbres siempre refleja mi lado emocional. Y siento que este es un disco mucho más luminoso.»

Para Algo sucede volviste a trabajar con Cachorro López como productor. ¿En qué creés que él mejora tus canciones?
Para sacar una canción yo tengo que escribir 30, porque necesito estar segura de que cubrí todas las posibilidades. Y cuando empecé a grabar me estaba costando mucho elegir y definir la estructura de los temas. Entonces dije: «Me voy a Buenos Aires con Cachorro». El me aporta mucha objetividad.

En «Esperaba», uno de los tracks, decís: «Las canciones de Charly sonando en tu casa». ¿Sos fan de él?
Siempre he querido poner a Charly en una canción porque lo amo. La primera vez que lo escuché tenía 20 años. Estaba en un bar en el DF y de repente sonó «Los Dinosaurios» y me fui para atrás. No podía creerlo. Yo venía del piano clásico, escribiendo canciones y buscando mi propia personalidad. Y escuchar a Charly fue como una epifanía. Onda: «Ah, ¡es pianista y toca rock!».

Charly dijo que le pasó lo mismo cuando escuchó a Elton John.
¿Ah, sí? El es genial. En México siempre platico con mis colegas: «Aquí no tenemos un Charly, un Spinetta». Ahora estoy muy clavada escuchando a Serú Girán y a Almendra. Y cuando vengo a Argentina le digo a mis amigos: «Ustedes han escuchado esto desde niños. ¡Qué lindo escuchar a Spinetta de niño!».

Naciste en Estados Unidos, creciste en Tijuana, muy cerca de la frontera, y sos bilingüe. ¿Dudaste entre cantar en inglés o en español al comienzo de tu carrera?
Lo que pasó en México es que llegó Soda Stereo y fue un parte aguas. Yo estaba en la prepa cuando aparecieron, en el año ’87, ’88. Y fue muy chistoso porque de golpe todo el mundo quería armar una banda en México. Ver a un grupo de rock cantar en español fue increíble. En Tijuana yo crecí escuchando radio anglosajona en inglés. Y cuando apareció Soda fue como: «¿Qué es esto? ¡Qué maravilla! ¡Hay otro mundo!».

¿Ahí empezaste a escribir?
Sí, más o menos por ahí empecé a componer. Y con la banda en la que estaba no queríamos cantar en inglés. Fue onda: «No, somos mexicanos». Y eso tuvo que ver con el rock argentino.

Compusiste de nuevo con Ale Sergi, de Miranda!, en el tema «Buenas noches desolación». ¿Cómo fue eso?
Estaba en Buenos Aires con Ale y Cachorro y les dije: «Hace dos años tengo una canción sin terminar que dice: ‘Buenas noches relación, ya no quiero nada contigo'». «¿Y en qué tono está eso? Me gusta», dijo Ale. Y ahí la hicimos los tres. La había empezado en un momento difícil de mi vida. Necesitaba sus voces para terminarla.

¿Te gusta Spotify?
Me encantan las plataformas digitales. Si tú quieres escuchar lo que está pasando en Latinoamérica, no lo vas a escuchar en la radio. Lo vas a encontrar en blogs, buceando en Internet o en Spotify. Es un trabajo de investigación. De repente digo: «Guau, están pasando un montón de cosas en Perú». Hay una chava que se llama La Lá, que es como muy folk, así muy linda, o Kanaku & El Tigre, que son muy buenos también. Perú está prendiendo, como que agarró onda, y son cosas que antes no me habría enterado. Así que pues, órale: ¡Internet!

Compusiste con muchos grandes músicos. ¿Con quién tuviste mejor química?
He trabajado con artistas muy geniales. Pero escribir tiene que ver con una cosa que no sabes qué es. Por ejemplo, me senté a escribir con Javiera Mena, que soy súper fan de ella y somos amigas, pero no hicimos una canción que yo dijera «¡Guau!». Lo mismo pasó con Alex Anwandter, que me parece un genio. Y sin embargo con Coti [Sorokin], que no éramos tan amigos, nos sentábamos y nos brotaban las canciones. Era onda: «Listo, ¡ya tenemos otra!». No sé. Es alquimia.

¿Te gusta Miley Cyrus?
No tanto, eh. Prefiero escuchar música que tenga algo de misterio, que me intrigue y me haga pensar: «¿A quién se le ocurrió esto? ¿Qué mundo es este?», que haya ciertas sombras y curvas que no te esperas. Y la música pop a esa escala es como la relojería suiza: todo funciona perfecto. Y la verdad, suena lindo. Pero lo escucho un par de veces y ya.

¿Sufrís una depresión post-disco?
Antes me pasaba, ¿sabes? A lo mejor ya no porque ahora soy mamá. Mi hija va a cumplir cinco años en agosto y eso me da cierta disciplina. No puedo darme ese lujo. ¡Tengo una niña!

¿Qué planes tenés para el futuro?
La verdad es que no siento la obligación de hacer un disco. Lo hago porque me encanta y me divierte seguir haciéndolo. En realidad, no sé qué haría conmigo si no tuviera que escribir un disco.

Fuente: Patricio Lange

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