Custodiada por las cumbres más altas de América, siempre nevadas; atravesada por ríos salvajes; poblada de viñedos, olivos y perfumados frutales, Mendoza es una tierra hermosa. Sinónimo de vendimia y aventura, es una tierra de proezas donde la fuerza del hombre convirtió a los desiertos en oasis, donde el coraje de un pueblo acunó la gesta de la Independencia Latinoamericana.
Huellas de una antiquísima cultura originaria -los huarpes- se funden aquí con vestigios de la invasión inca. Llegan los españoles y con ellos la influencia cultural jesuita. En tiempos de revolución, Mendoza será el punto de partida del Ejército Libertador de los Andes. Cruzando la Cordillera de los Andes, el Gral. San Martín llegará hasta Chile y Perú.
El horizonte cordillerano es el faro para el gran desafío de la montaña: a 6.962 m.s.n.m. late el Aconcagua. En invierno, los valles de altura se visten de blanco: la nieve luce radiante, los esquíes dominan el paisaje. El Valle de las Leñas y Penitentes convocan a los visitantes más exigentes. Por la Ruta 40, el camino lleva al Valle de Uco. Zona de fincas rurales, aquí la tonada marca el ritmo con que se redescubre la vitivinicultura local. Hacia el sur, los entusiastas de la aventura se reúnen en ceremonia en el Cañón del Atuel.
En verano, los ríos se preparan para la acción: el rafting entusiasma por igual a grandes y a chicos, a avezados aventureros y a novatos turistas. Hacia la Mendoza profunda, los ríos, tranquilos, invitan a la pesca. Y el cielo azul permite avistar una interesante cantidad de aves.
Una copa del más exquisito Malbec espera y recibe al viajero en cada tramo del camino. Acompañan cuidados imperdibles sabores locales. La cocina es aquí un arte. En Mendoza se celebra el placer. Todos tus sentidos vivirán la fiesta.