Skay Beilinson presenta su quinto disco: La luna hueca

Ceba mate y ofrece facturas en el living de su casa. Skay Beilinson no se jacta de haber estado siempre donde quiso estar: simplemente lo hace. Cuando no toca/ensaya/compone prefiere oir el silencio. O leer. No tiene tics para hablar: sí unos balbuceos que duran lo que tarda en encontrar una palabra exacta, como si estuviera afinando en vivo. Se ríe cuando se le señala su curiosa forma de separar períodos públicos de su vida: cuando habla de sus días de hippismo & vida en comunidad, dice “aquella época”. Y cuando se refiere a sus años con Los Redondos, desde el hoy, dice “la época anterior”. Como si fueran Eras y como si no hubiera pasado, hace poco, el umbral de las seis décadas con más vitalidad y optimismo que … casi nadie. “Soy el mismo, un poco más viejo (risas), pero creo que todo se va poniendo más interesante, que las cosas siempre suceden para mejor. El desafío es no repetir las situaciones donde me siento cómodo”.
–¿Tiene límites ese optimismo?
–Si, claro. Basta mirar la realidad un poco para dudar si esto es el cielo o el infierno. En este disco hay un tema como ?Arriba el telón!?, que es una descripción donde aparentemente estamos llegando a un acto final, a una guerra nuclear. Quizás esté un poco discontinuada esa idea o son paranoias en las que fui criado. Pero yo lo veo como una gran obra de teatro. Y en el teatro, alguna vez alguien dijo, que si en una escena aparece un cuchillo, es porque se va a usar. Si están y existen…¿cuándo las van a tirar?
Este disco del que habla sale hoy y se llama La luna hueca.
Es el quinto de una etapa solista-en-banda que tiene ya once años, lo que técnicamente son apenas cuatro años menos que lo que duró la vida discográfica de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (1985-2000). “El concepto de solista… en realidad no me veo en esa idea. Siempre vi como solista al tipo que llama a los músicos ocasionalmente o cambia de banda y todo sigue sonando igual. Yo, si cambiara la banda, cambiaría el sonido”.
Entonces, La luna hueca. “La luna siempre produce fascinación, porque es la luz de noche. Y así, ahuecada, es donde nacen estas canciones, los poemas que nunca fueron dichos, dónde se esconde Dios cuando quiere ocultarse, los desvelados, los locos. Esa oquedad es la que permite pasar todas las cosas que uno proyecta”.
Todo lo personal que se ha mostrado Mr Beilinson en este proyecto, se corrige y aumenta en este disco. Hay una explosión de guitarras acústicas (“siempre me gustaron pero no había encontrado la manera de incorporarlas”) y el sello de uno de los mejores violeros del país al servicio de su gran capacidad para orquestar y componer. La temática oriental lustra algunos de los puntos líricos más altos, como la fábula que contiene El redentor secreto (“es una historia hindú que me fascina y demuestra como algo en teoría insignificante puede producir cambios muy profundos”) y el desborde de La fiesta del karma. “Ahí me refiero a la perplejidad ante el misterio. Esa vieja pregunta que es en realidad: “¿Por qué existe algo en lugar de nada?”. Esa incertidumbre. Por eso digo: el misterio es existir”.
Misterio es lo que rodea a La nube, el globo y el río, la joya de todas las historias de la luna hueca: un texto raquítico en palabras e instrumentación, evocativo de ese clase de horror no nominal alla Lovecraft (o una asociación ilícita del inconsciente), con las cuerdas de La Petite Hipnofón de Alejandro Terán rubricando con la sutileza de un alambre de púa. En tanto, hay un par de guiños beatle: en lo musical, Cicatrices aggiorna a los Fab Four en su época Revolver, y Ya lo sabés juega con ese lugar especial de la mente (There´s a place) donde te podés refugiar del agobio de una red. ¿La estocada anti-web de un tipo que nunca tuvo casilla de e-mail? “La red para mí es la cultura y las creencias: no estoy hablando de eso, aunque también podría. Yo prefiero tener otro vínculo con la realidad y no mirar el mundo a través de una pantalla, pero no soy quién para decirle a cada quien qué hacer con su vida. Esa libertad sigue siendo un don.
–¿La libertad sigue siendo la misma que conociste entonces?
–Creo que la gran aventura de la libertad es ir corriendo los límites de lo que se cree y se tiene por seguro: ampliar el mundo de lo posible. Y en el momento mismo que uno logra romper esa frontera, hay un destello de felicidad única. Después uno vuelve a levantar una nueva muralla, donde se empieza a mover hasta que se retoma esa necesidad de extenderlos un poco más.

Fuente: Clarín